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Casi no andan pero ya hablan por signos

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Alba y Adrián, de dos años, están jugando en clase. Se empujan, se ríen, lo pasan bien juntos. Alba es sorda de nacimiento, y Adrián no, pero han aprendido a comunicarse con el habla y con el lenguaje los signos. Ambos acuden a diario a la Escuela Infantil Piruetas, que dirige con total entrega su directora, Isabel.

Este centro, dependiente de la Comunidad de Madrid, pionero en la región, en España, y casi en Europa, desarrolla un proyecto bilingüe de los 0 a los 3 años donde los niños sordos y oyentes comparten la misma realidad mediante la convivencia de la lengua oral y la de los signos. «Como lo aprenden jugando la comunicación se genera de una manera casi automática, desde la naturalidad».

En general, el ratio es de dos niños sordos por cada 15 alumnos que tiene una clase. O lo que es lo mismo, 17 ó 20 de un total de 115 pequeños que tiene el centro. «Creemos que la convivencia enriquece ambas comunidades», señala la directora de la escuela.

Dos educadores por aula

Para estimular los sentidos, especialmente lo visual y táctil, todo el espacio de Piruetas está decorado con dibujos de colores que cuelgan por todas partes, cartones con telas de distintas texturas para tocar... Se trata de fomentar los procesos cognitivos básicos: la obervación, la atención, la manipulación, o la memoria, de una manera divertida. «Son sordos, pero eso no tiene nada que ver con ninguna deficiencia cognitiva. Es más, a veces tienen otras capacidades mucho más desarrolladas. Por ejemplo, tienen un campo visual mucho más amplio que el nuestro», cuenta Isabel. Y pone el ejemplo de Alba. «Esta niña demuestra altas capacidades. De hecho, en algunos casos está por encima de la media de los pequeños oyentes de su clase». «Cuando hay recursos, la sordera no es un límite absoluto», afirma rotunda.

Para que esta convivencia sea posible existen dos tipos de educadores por aula, uno especialista en la lengua de signos y otro en lengua oral. Ellos son los responsables de realizar un trabajo individualizado, ya que trabajan en las necesidades concretas que detectan en el niño durante el día a día.

Diagnóstico rápido

Este equipo explica a ABC lo importante que es la pronta detección de la sordera. En la clase de 0 a 12 meses este año, por ejemplo, no hay bebés sordos. «Es raro que los haya. Pensamos que es porque no les han diagnosticado todavía -explica Isabel-, pero es extremadamente importante que se haga pronto, porque cuanto antes se empiece el proceso de aprendizaje antes se comunicarán estos niños con su alrededor». «Durante todo el tiempo que no están diagnosticados están incomunicados, y eso provoca un retraso cognitivo y comunicativo brutal pero, sobre todo, afectivo. No pueden expresar lo que sienten o necesitan y eso provoca frustración. Por eso es muy importante la detección temprana». Los estímulos para estos niños tan pequeños están colocados en el techo. «Al estar tumbados, es lo que ven la mayor parte del día», dice sonriendo. Después, a medida que van gateando, pueden explorar mediante el tacto. «Muchos juguetes los fabricamos nosotras mismas -asegura-, estamos todo el día pensando en cómo estimularles».

La comunicación con las familias es total. En las paredes se observan papeles clavados con los nombres de cada uno de ellos. Contienen información puntual de factores como el sueño, la higiene, la comida, o la respuesta del niño ante las actividades realizadas durante la jornada. «Se envían a los padres a diario, y ellos responden como han pasado la noche, o si ha ocurrido algo extraordinario en casa que debamos saber», cuenta.

En Piruetas, parte del mobiliario también es distinto. Algunas mesas, por ejemplo, tienen forma de herradura, lo que permite a la responsable del aula atender a todos los niños por igual. «También las hemos diseñado en la escuela. Cada niño tiene sus necesidades. Y aquí se respetan mucho los ritmos que marca cada uno». «El material es más caro, pero la Comunidad de Madrid siempre nos atiende en este sentido», apunta.

Lenguaje corporal

Un timbre luminoso en la puerta de cada clase anticipa la acción a los niños. Al pulsarlo, se enciende una luz en el interior de la clase contigua, donde están los pequeños de un año. En ella encontramos dos niños sordos. Tanto estos como los oyentes ya conocen los signos. No son exactos, pero ya se observa de forma clara una respuesta entre el pequeño y el profesor. «Es un lenguaje muy corporal, que los niños aprenden rápidamente», puntualiza Isabel.

El taller de lengua oral que está en marcha lo imparten dos profesoras. En ella los pequeños están soplando corchitos que simulan copos de nieve. «Así aprenden las praxias bucofaciales, con las que controlan la salida del aire, el soplo, la respiración, el ritmo... todo lo que necesitan para hablar», afirma Lourdes, maestra logopeda que imparte la clase junto a Amanda, especialista en el lenguaje de los signos. «Al principio el soplo es débil, pero poco a poco lo empiezan a dominar y a controlar la direccionalidad», añade Lourdes.

Ellas dos se reparten las tareas. «Que haya una persona que sepa el lenguaje de los signos es garantía de que les llega toda la información», señala. Otro de los ejercicios que activan las praxias bucofaciales consiste en enseñarles a sacar la lengua. «Al moverla activan la boca, la mandíbula... es otra forma de mejorar la producción del habla mientras juegan».

Atención personalizada

Porque la escuela es partidaria siempre de trabajar la logopedia respetando lo lúdico, «no imponiendo dos horas de ejercicios delante de un espejo», aclara la directora de Piruetas. La atención es tan personalizada, que también existen clases donde se trabaja la logopedia individualmente con los niños. Eso sí, nunca interrumpen una clase para sacarles mientras esta se está impartiendo, siempre se hace en horas posteriores para no hacer diferencias con sus compañeros.

En otros casos, también se atienden las necesidades de logopedia externa que algunas familias no se pueden permitir fuera de la escuela. «Por cierto -concluye Isabel-, ante todo quiero remarcar que no es cierto eso de que si signan, no hablan


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